“Que pena que su estadía haya llegado al final. Siempre es triste dejar un lugar que a uno le gusta. Pero piénsenlo de esta manera: ustedes volverán a su casa, a su trabajo y a las rutinas diarias con las pilas cargadas. Ahora ya saben lo hermoso que es Natal, y tienen más motivos para querer volver. Les deseo todo lo mejor de corazón. Sepan que ésta es su casa, siempre serán bienvenidos.” Así nos saludaba Xavier, uno de los mozos del Restaurant Palhoça del hotel Rifóles, cuando mi marido y yo le contamos que era nuestro último día en la ciudad.

El Hotel Rifóles no sólo se caracteriza por su gran infraestructura, sus exquisitos servicios, sino que se destaca por la excelencia, la amabilidad y calidez de su personal. Dueño de una ubicación privilegiada, en la playa de Ponta Negra, con vista al Morro do Careca, es uno de los hoteles más elegidos por los turistas que llegan a Natal.

Con sólo cruzar la puerta del hotel, la sensación de bienvenida es total: en medio del húmedo calor brasileño, una bocanada de aire acondicionado se abre paso –y se agradece-, un fresco

perfume de flores silvestres envuelve el ambiente. Al frente, un inmenso ventanal con vista al mar, y hacia la izquierda, un grupo de marineros y piratas nos recibe con entusiasmo y alegría. No son marineros ni piratas de verdad, claro. Sucede que el hotel está ambientado y decorado como un barco pirata hasta en el más mínimo de los detalles. “Señora María Paula, yo fui quien habló con usted por teléfono la semana pasada. Qué gusto conocerla!” Me sorprende una de las recepcionistas.

Nuestro camarote, es decir nuestra habitación, tenía un balcón con vista a la playa coronada por el Morro do Careca, lo cual consideramos un verdadero privilegio.  La vista era tan espectacular que invitaba a tomar muchísimas fotos, incluso creo que pasé más tiempo en el balcón que dentro de la habitación. Sentía que no me alcanzaban los sentidos ni los recursos para atrapar, atesorar y traer conmigo, aunque fuera una mínima porción de tanta belleza.

Soy una enamorada de Brasil, de su cultura, de su pueblo, de sus ciudades y sus playas, y también de su gastronomía. Debo decir que también en este plano, Rifóles Praia Hotel & Resort, superó mis expectativas. Los desayunos no sólo eran variados en panes, fiambres, tortas, frutas, jugos y cereales, sino que también incluían

huevos revueltos, cus cus, y tapioca hecha en el momento. La tapioca es una especie de panqueque hecho con goma de mandioca, y cuyo relleno puede ser dulce o salado. Es uno de los platos característicos del Nordeste brasileño. Los almuerzos en el Restaurant Palhoça, eran un verdadero lujo, no sólo por la calidad y la variedad de opciones, sino también por la inmejorable vista al mar que podíamos disfrutar. Para la cena, también el servicio era tipo buffet, pero todas las noches teníamos una especialidad diferente: por ejemplo cocina italiana, nordestina, francesa, tropical, etc. Nunca faltaba el arroz ni el feijão! Las frutas tropicales eran mi postre favorito!

El Hotel Rifóles es uno de los pocos en Natal que cuentan con servicio de playa. Mejor aún, tiene bajada directa, con sus reposeras y sombrillas! Además, cuenta con dos hermosas piscinas con una vista inmejorable a la playa. En la arena, o

en la pileta se puede disfrutar del servicio de bar. Altamente recomendables son los tragos frutales, pero imperdible es el clásico coco! No se puede visitar Brasil sin tomar al menos uno!

Algo que me sorprendió de la playa de Natal es que alrededor de las 3 de la tarde está totalmente despoblada, tanto de turistas como de los bulliciosos vendedores ambulantes que se pasean durante toda la mañana y el mediodía. Sucede que anochece muy temprano, pero cuando la playa se calla, se enciende la música en la piscina principal… y empieza el show! El equipo de deporte y recreación del hotel invita a los

huéspedes a bailar con ellos, sus divertidas y creativas coreografías! Por supuesto que nosotros, argentinos, no nos animábamos a la pista pero disfrutar de su ritmo brasileño era un verdadero placer!

En cada viaje se aprenden cosas nuevas. En esta oportunidad aprendí que la época de lluvias en el Nordeste de Brasil es en junio y julio. Lógicamente, porque me tocó estar allí en ese momento. Es una pena despertarse en esas playas tropicales y encontrar el cielo completamente encapotado; más triste aún es que llueva todo el día… O mejor dicho, los dos últimos días! Pero esto me llevó a descubrir que en estas circunstancias los

argentinos somos capaces de doblegarnos al ritmo brasileño, cuando me encontré bajo la lluvia, en medio de la piscina, haciendo acquagym con mi marido, bailando al son de André Silva Gomez y Huendel Mafra. No sólo nos atrevimos a hacer las coreografías sino que nos divertimos y nos reímos mucho! El equipo de animación es, sin dudas, el alma del hotel. Contagian su energía, su optimismo y alegría, su buen humor, y sus ganas de bailar o hacer deporte y, fundamentalmente, pasarla bien.

Entre los recuerdos de este viaje, traje un CD con la música que siempre escuchábamos en el hotel, una foto que sacó André (el coordinador del equipo de animación) una de las mañanas lluviosas en las que participamos del aquagym, y las blancas y dulces sonrisas de todos los integrantes del hotel Rifóles grabadas a fuego en mi corazón.