El momento que más disfruto de un viaje no es cuando llego a destino, sino cuando decido que voy a viajar. Allí es donde experimento la mayor sensación de libertad en mi vida… tengo el mundo en mis manos, y está en mí elegir dónde ir…

Es muy probable que haya destinos que me resulten inaccesibles en términos económicos, otros que no me resulten atractivos, pero el hecho de descartarlos también pasa por mi decisión.

Pensando por qué me fascina tanto esta instancia, descubrí que simplemente se trata de soñar: el hecho de imaginar un viaje me proporciona una felicidad tan grande como su realización. Imaginar, vivir una ciudad, un paisaje, incluso sin llegar ahí, también vale la pena: numerosos estudios científicos comprobaron que el cerebro reacciona de igual manera cuando imaginamos un acontecimiento que cuando efectivamente nos sucede. Por ello, podríamos afirmar que pensar en nuestras vacaciones puede ser un excelente anti stress! Al menos a mí me funciona!

En 2010 empecé a pensar en conocer la ciudad de Natal, Brasil. Me habían comentado que era un lugar muy bonito, y me despertó curiosidad. Entonces empecé a leer sobre el lugar y sus atractivos en internet, miré fotos, mapas, leí opiniones en Tripadvisor, me hice seguidora en twitter de todo lo que tuviera que ver con este destino: organismos de turismo, shoppings y negocios, restaurantes, diarios y portales de noticias, radios, e incluso el pronóstico del tiempo! También me aventuré a elegir el hotel, pasé horas (divertidísimas horas para mi!), eligiendo el alojamiento que más se acomodara a mis gustos. Por fin encontré el hotel Rifóles y me enamoré de él! Tenía todo el viaje soñado, planeado, armado. No sabía cuándo viajaría a Natal. Pero sí sabía todo lo que haría cuando ese momento llegara. Y definitivamente sabía que quería llegar allí alguna vez. Las vacaciones se sucedieron, y aunque hice muchos viajes maravillosos, la oportunidad de conocer Natal no llegó sino hasta mediados de 2013. Esos 3 años que transcurrieron desde el momento en que empecé a imaginar el destino no fueron frustrantes sino todo lo contrario. Tuve la dicha de viajar a Cuba, a los Estados Unidos, e incluso a otros destinos de Brasil, pero siempre que en mi Twitter veía algo relacionado a Natal, las campanitas de la ilusión me recordaban que tenía una meta pendiente. Cuando finalmente conocí Natal, todo fue tan lindo como lo había soñado. Pude hospedarme en el hotel Rifóles y me encantó! Había mirado tantos mapas que me sentía perfectamente orientada. Y había visto tantas veces la playa de Ponta Negra en internet, que caminar por allí tenía una gran sensación de sueño cumplido.

Elegir un destino, también nos hace aprender mucho sobre él. Aunque luego no viajemos, esa “recorrida virtual” que uno realiza al considerar la posibilidad, igual nos queda como una grata experiencia, y nos proporciona un rico aprendizaje. Así, por ejemplo, hace un tiempo había pensado en la posibilidad de ir a Europa. Pasamos un buen tiempo debatiendo con mi marido qué países quisiéramos visitar, hasta que definimos España, Inglaterra, Francia e Italia. Miramos fotos de estos lugares, recorrimos Londres, París, Madrid y Roma con el Street view, miramos hoteles, leimos opiniones en Tripadvisor, analizamos las excursiones y los paseos, nos informamos sobre los museos, investigamos sobre los medios de transporte para movernos de una ciudad a otra. Luego, por distintas circunstancias no hemos concretado el viaje, pero yo siento que casi casi estuvimos ahí. Hay quienes podrían frustrarse al soñar un viaje y luego no poder hacerlo, pero no es mi caso. Este ejemplo sirve para contarles lo feliz que fui sólo de imaginar la posibilidad, y también por todo lo que he aprendido sobre las ciudades que pensaba visitar. Si alguno de mis amigos quisiera viajar, podría ayudarlo a planificar el viaje sin siquiera haber estado allí.